MONSALVO; PONIENDO EN VALOR SU NOMBRE DE ORIGEN

 

«…si no hubiera sido por las empresas extranjeras que dieron nombre a muchas estaciones tomándolos de las denominaciones autóctonas primitivas de la región, todas estas hubieran desaparecido ante la glacial indiferencia del Estado»

Eliseo A. Tello

 

 Por años se referenció el nombre “Monsalvo” con un mítico personaje a quien dio vida Hilario Ascasubi en su poema gauchesco titulado “Santos Vega o los Mellizos de la Flor”.  En el capítulo XVI de la obra, cuenta la historia de un tal “Tigrero Monsalbo”, cazador de nutrias y leones, de oficio payador, que habría sentado fama en las postrimerías del siglo XVIII, y   muerto solo y viejo a orillas de unas lagunas nombradas Del Tala: 

Luego desde el mesmo día

Que allí al viejo sepultaron,

A las lagunas del Tala,

En memoria del finado,

Todo bicho hasta hoy las llama

Las lagunas de Monsalbo.

Sin embargo, hoy podemos afirmar que la sugerente ficción literaria de Ascasubi; es apenas el sustrato de la historia que llegó a sus oídos en tiempos que recorrió esta campaña surera, relato que de pasar de boca en boca durante media centuria, entre quitas y agregados se convirtió en mito y leyenda.

No está demás mencionar la aclaración que el autor suma al título en su portada en su primera edición: “Rasgos Dramáticos de la vida del Gaucho de las Campañas y Praderas de la República Argentina (1778 a 1808)”

En el año 2013, unas investigaciones efectuadas y presentadas alrededor del poblamiento y ocupación de la banda sur del río Salado durante el período tardo colonial, introdujo nuevos datos acerca del origen y antigüedad de varios topónimos vinculados al primer período de explotación pecuaria en la región, así surgió la mención de Monsalvo en un documento judicial fechado en 1770, la fuente más antigua hasta hoy donde figura este nombre como topónimo,  para situar un “corral” de rodeo al sur del Salado (ver copia adjunta); se trataría de uno de los tantos abastecedores de carne de los corrales porteños.

Rastreamos que el primer Monsalvo de que se tenga noticias en la banda occidental del Río de la Plata fue Don Pedro Monsalvo, tesorero del Cabildo durante la gobernación de Don Fernando Zárate (1594-1595). Un siglo más tarde y del mismo tronco familiar  aparece el capitán Tomás Monsalvo  con tierras en la Cañada de la Cruz, que según el Censo ordenado por el gobernador Mutiloa y Anduesa en 1726, también acogían a su esposa Josefa Vera;  a su hijo el capitán Antonio Monsalvo con su esposa Gregoria Rodríguez y dos hijos; a Matías de Zárate con su mujer  María de Alvarado, más cinco hijos pequeños; a Pedro Luque con su mujer Isabel de Correa y dos hijos adolescentes; más un español viudo, Pedro de León; y un criollo, José Méndez.

Los Monsalvo serían descendiente de los primeros pobladores venidos con Juan de Garay; tienen privilegio para ejercer su acción de vaquear (vaquerías) sobre el ganado cimarrón de la jurisdicción de Buenos Aires. Para ello no solo son vecinos porteños y poseen tierras, sino que comparten la misma con su familia consanguínea, política, y agregadas; a las que se suman peones y esclavos que en cierto modo constituye una perfecta unidad productiva. 

Si bien esta actividad comenzó en el siglo XVI dando inicio al período denominado “civilización del cuero” que se extendió al siguiente; para mediados del siglo XVIII el numeroso stock de equinos y bovinos cimarrón habían desaparecido completamente de la jurisdicción; las matanzas indiscriminadas ocasionaron un largo período de escasez de carne, principal rubro alimenticio de la ciudad.

Durante el gobierno de Don José de Andonaegui (1745-1756), el Cabildo prohibió las “vaquerías” y dispuso sancionar todo vendedor de cueros que no fuera criador. La medida trajo una solución a medias, ya que se incrementó la actividad ilegal, el delito de abigeato y el contrabando. Prolifera la gente vagabunda que recorren los campos y ocasiona perjuicio a pastores y agricultores. Los términos changador, camilucho o gaucho, comienzan a figurar en los oficios judiciales con connotación despectiva para nombrar la única mano de obra disponible; y arisca a perder su libertad bajo contrato.

La prohibición encuentra su contrapartida en la demanda de ganado en pie para los mataderos o corrales de la ciudad; la carne, el sebo y la grasa, ingresan en el circuito comercial y va preparando el futuro promisorio de la nueva industria. En el lejano sur aparecen las primeras estancias; esto incrementa la mano de obra especializada en tareas diversas y complementarias: corraleros, reseros, arrieros, criadores, invernadores, sacadores e introductores.

Los Monsalvo se adaptan al nuevo tiempo y para la segunda mitad del siglo XVIII figuran como abastecedores dejando rastro en la toponimia local: el “corral de Monsalvo” al sur del rio Salado, contemporáneo al “corral del Vezino”, “de Pila”, o “de Ferreira”.

Estos corrales comenzaron siendo establecimientos rurales temporarios, para el arreo del ganado en pie entre las estancias y los corrales de abasto de la ciudad. Estaban situados en parajes estratégicos con existencia natural de agua y leña, lo que permitía establecer un espacio cerrado con cerco de rama, pirca, o palo a pique, el corral en sí; ahí mismo  se solía levantar alguna precaria vivienda de barro y quincha, refugio para los días en que transcurren las recolecciones periódicas, convirtiéndose el resto en tapera.   

 Los protagonistas de estas faenas eran el criador o estanciero y el abastecedor o introductor. Por lo general el estanciero entregaba los animales al introductor en consignación que los vendía en el abasto de la ciudad; este luego, previo apartar su comisión convenida, regresaba a entregar el resto al estanciero. Los criadores no poseían animales en cantidad, lo que demandaba del introductor operar con un número determinado de establecimientos; precisamente esta logística era lo que hacía necesario las existencias de estos “corrales de rodeo” donde se iban concentrando el número necesario para efectuar luego el arreo a su destino.

Vale señalar, y lo corrobora el documento adjunto más arriba mencionado, que esta actividad en la región convivía con la de los indios que por aquellos tiempos solo se interesaban por las yeguadas silvestres más que por el vacuno; a diferencia de los hispanocriollos en lugar de corrales usaban potreros que situaban en las rinconadas naturales formadas por arroyos y cañadas, ahí reunían sus rodeos que luego arriarían  rumbo a las sierras o  proximidades  donde habitaban en sus toldos con sus familias. Ellos también comerciaban su botín, en este caso, con araucanos, que a la vez lo hacían con los españoles del otro lado de la cordillera de dónde venían.

 Volviendo a casa, el segundo introductor más importante del año 1779 fue Juan Monsalvo, con 470 cabezas sobre un total de 6.535 introducidas ese año en los tres corrales de abasto existentes en la ciudad de Buenos Aires.  

 El “Corral de Monsalvo” habría estado ubicado en el actual partido de Maipú; en campos que fueron de Don José Lastra[1]; donde se extendían montes de talas naturales y lagunas; cuya proximidad al “corral” citado hizo que fueran bautizadas de forma homónima.

 Poco antes de 1820, al igual que Vecino, Moyes, Potrerillo, Ajó, Tuyú, etc., el paraje del que nos ocupamos era uno más entre aquellos donde se iban estableciendo incipientes estancias y una avanzadas fronterizas para consolidar el distrito provincial; los sitios más emblemáticos por esos tiempos eran los Montes del Tordillo, y en menor medida Kaquel y Montes Grandes.

 Sin embargo durante el gobierno de Martín Rodríguez, en 1822, se creó el primer partido al sur del río salado que el juez de primera instancia Domingo Guzmán propuso y denominó «Monsalvo»[2]. Este extenso distrito incluyó a casi todos los sitios más arriba mencionados, excediendo el acotado espacio real que su topónimo indicaba.

Lo cierto es, que recién a partir de ese momento su nombre  trasciende; mucha historia transcurrirá por su territorio, incluso por más de dos décadas figuró bajo el nombre de Tuyu en los registros oficiales, hasta que recuperó el original en 1863.

Después que el Gobierno provincial aprueba en 1875 el trazado del pueblo de Maipú fundado por Francisco Madero, tres años más tarde el mismo es elevado por decreto a cabecera de distrito y  cambiado el nombre Monsalvo del partido por Maipú en consonancia con este ultimo. Al parecer fue una  solicitud del fundador en representación de los vecinos bajo el argumento de que Monsalvo no revestía origen histórico digno de tenerse presente. 

A diferencia de lo que expresaba Don Pancho Madero sin embargo, existe una marca de identidad presente en dicho nombre que connota el origen histórico de la actividad pecuaria de la región, el inicio incipiente de las primeras estancias que el tiempo habrá de consolidarlas en unidades productivas de explotación agropecuaria; base de la economía local, complemento de su industria y comercio derivados que hoy vive y se expresa en una sociedad multicultural, enriquecida con aportes diversos y tradiciones genuinas que la identifican.    

BIBLIOGRAFIA  

Tello, Eliseo A. Toponimia Indígena Bonaerense.  Editorial Horizonte, 1946. 171 p.

Gramigna, Iver Eard, Por los pagos de Monsalvo. La Plata, 1978. 249 p.

Ascasubi, Hilario, Santos Vega o los Mellizos de la Flor, Buenos Aires,  Peuser, 1952. 278 p.

Girado, Carlos María. Disquisición sobre el poblamiento y ocupación de la banda Sur del río Salado durante el período tardo colonial. XIV Congreso de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, 9 de Julio, 2013.

Girado, Carlos María. Los Ramírez de la Pila, una familia olvidada de arrieros rioplatenses y su relación con la toponimia Pila en la Provincia de Buenos. XIV Congreso de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, 9 de Julio, 2013.

Garavaglia, Juan Carlos. Pastores y Labradores de Buenos Aires de Buenos Aires, Ediciones La Flor. Buenos Aires. 1999.

Coni, Emilio A. Historia de las Vaquerías del Río de la Plata 1555-1750. Platero, Buenos Aires, 1979.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACION

Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, años 1875,1878.

SALA X. Comandancia de Frontera, Expediente, 24 de noviembre de 1770, Fuerte del Sanjón.

Censo de la Campaña, Cañada de la Cruz 1726; Libro I de Bautismos (1732’1756) Parroquia San Antonio de Padua (Areco) http://todohistorias.webnode.com.ar 

Verano 2021

©AAP-RDH

[1] Don José Lastra fue nombrado primer Juez de Paz del partido de Monsalvo en 1822.

[2] Antes de crearse la Provincia de Buenos Aires en 1820, y el partido de Monsalvo en 1822; en 1817 se había creado el “Curato de Dolores” con intención de levantar un pueblo en el Tordillo; que perseguía establecer una nueva jurisdicción o alcaldía (partido) al sur del rio Salado, pero fracasó. El partido de Monsalvo en 1822 tuvo la misma proyección territorial que dicho curato; tal vez debió denominarse Dolores; pero creemos que el gobierno un tanto liberal de Martin Rodríguez, por la impronta de su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia que propiciaba una separación del estado y la iglesia, pesó en la decisión del Juez Guzmán, que simplemente optó por el paraje de residencia del juez de paz que nombró para presidirlo.

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